FELICES
SUEÑOs
Lleva horas durmiendo. En su cunita, como un ángel
justiciero, el bebé, con sus manitas gordezuelas está llenando la botella de
ginebra de haloperidol con una jeringa gruesa. De esta semana no pasará, va a
pagar por todo lo que está haciendo y su madre no debe de saberlo.
Atrás quedará el aliento de los infiernos y sus manos sucias
pasando por su cuerpecillo. Desde hace días es capaz de bajar de la cuna y
moverse por la casa gateando y abriendo los cajones, acceder a las mayores
alturas.
En una repisa del salón, encontró la medicina del abuelo para dormir y
pensó que también valdría para su padre.
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